Despolitizar la alegría

Nadie podrá robarnos la alegría. Nadie. Nada. Nunca.

Los pibes no se dejaron usar. Decidieron no ir a la Casa Rosada ni formar parte de cualquier cuestión política. Sólo querían festejar con la gente y llegar al Obelisco en no mucho tiempo.

Había unos cinco millones de personas. Hacía mucho calor. La euforia era la de un campeonato mundial ganado después de treinta y seis años de otro campeonato con un país triste porque no puede crecer.

Los jugadores estaban felices. Nosotros estábamos felices. La seguridad tenía que hacer las cosas bien. La generación que nos gobierna nos dio más de lo mismo.

La generación que salió campeona no permitió que nadie les robe, nos robe, el protagonismo. Ellos saben lo que vale una copa del mundo.

Sobrevoló la consecuencia. Y nos inundó a casi todos. La alegría pudo mucho más y la gente se volcó con los jugadores. No nos distrajimos ni un segundo.

Fue hermoso ver tanta alegría. Es hacedora la alegría. Es contagiosa y querible. Se adueñó del pueblo.

Ivana Jacobs

Comenta Con Tu Cuenta De Facebook
COMPARTIR